La práctica del Yoga interno comienza con la abstracción de los sentidos, la rotación de ellos hacia el interior, esto es la ejercitación de Pratyahara, y es la puerta de acceso para comenzar a profundizar nuestro mundo interior.
Una vez alcanzado este estadio podemos avanzar hacia la etapa de concentración, Dharana y posteriormente encaminarnos a la meditación, Dhyana.
Es difícil precisar dónde termina una etapa y comienza la otra, sin embargo podemos afirmar que cuando se alarga la permanecia en Pratyahara aparece Dharana, cuando se extiende la duración de Dharana surge Dhyana, y al prolongar el tiempo en Dhyana podrá brotar Samadhi donde se une lo individual con lo absoluto.
Para comenzar es necesario ejercitar con perseverancia Pratyahara y esperar pacientemente que se nos presente el camino hacia las fases siguientes.
La meditación no es un proceso que podamos imponernos, ni que aparezca inmediatamente, sino que es un curso gradual de maduración que busca desarrollar la “consciencia en cada momento”.
Las diferentes técnicas de meditación tienen que trascender el ámbito de una postura corporal, de un espacio físico o de un método especifico de ejercitación. El entrenamiento meditativo en privado o grupalmente es necesario, sobre todo al principio, pero es también importante que se vea reflejado en nuestra vida diaria, en lo cotidiano, dejando que se manifieste como un estado mental de apertura a lo que la vida nos pone por delante viviendo cada momento con total disposición y presencia, dejándose fluir a lo que continúe surgiendo.
Cuando evitamos que las circunstancias nos arrastren e inmovilicen, podemos aceptar aquello que es evidente, entender cada momento, transcurrirlo, superarlo y salir fortalecidos. Todas las situaciones son una oportunidad para meditar, ésta contemplación puede activarse ante un cielo lleno de estrellas como así también ante un quehacer cotidiano, dejando siempre abierta la puerta a la consciencia testigo para vivir cada ocasión como algo único e irrepetible.
Este proceso no suele ser lineal, simplemente madura y se prepara para seguir avanzando pacientemente sin prisa y sin pausa. El progreso no está en cumplir las expectativas programadas sino es comprender y disfrutar cada paso del sendero. Es permitirnos encontrar sin la intención de buscar.
Cuando las circunstancias dejan de condicionarnos drásticamente para bien o para mal, nos hacemos menos vulnerables a los acontecimientos y por lo tanto más autónomos para poder vivir con mayor equilibrio y evolucionar mejor.
Ante la aparición de estados de ánimo como la alegría, el desapego, la aceptación, la solidaridad, el espíritu de servicio desinteresado, la contemplación de lo pequeño y en apariencia insignificante, del amor sin compensaciones, de la diferenciación entre lo esencial y lo superfluo, podremos entonces visualizar claramente el sendero y progresar en el.
Si la espera se hace larga, no pienses que no hay progreso, todo llega a su debido tiempo.
“Cuando alguien busca, suele ocurrir que sus ojos sólo ven aquello que anda buscando, y ya no logra encontrar nada ni se vuelve receptivo a nada porque sólo piensa en lo que busca, porque tiene un objetivo y se halla poseído por él. Buscar significa tener un objetivo. Pero encontrar significa ser libre, estar abierto, carecer de objetivos”
El verdadero maestro es uno mismo. Cuando nos reencontramos con lo más simple, con el silencio de nuestra mente, podemos ver la grandeza de nuestro espíritu. Por eso la importancia vital de vivir con conciencia y de que nuestra vida entera sea una meditación.
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