Todo fenómeno del Universo es sólo una fase de movimiento táttvico. Tattva es vibración, es mi propia consciencia actuando sobre el éter, invisible pero real. Tattva es mi deseo de crear formas, vibra de determinada manera para que este sea aire y de otra para que sea fuego o agua, y la más lenta para generar tierra. Es la vibración del éter capaz de producir la manifestación visible de un determinado tipo de energía.
Tattvas y los cinco sentidos
En nuestro interior también existen los Tattvas. Como es arriba es abajo, como es afuera es adentro, cualquier elemento que sea encontrado en la constitución del universo infinito también se encontrará en el cuerpo humano. Nosotros somos un microcosmos del Cosmos entero. Los constituyentes de nuestros cuerpos individuales son idénticos a aquellos que existen en el universo. Nuestra personalidad depende de cuál de los cinco elementos densos predomina en nuestra naturaleza.
En nuestro interior se relacionan con nuestros cinco sentidos, por ejemplo: la luz que percibimos con nuestros ojos es la materialización del Tattva Tejas, produce en el cuerpo físico el fuego de la digestión, el hambre, la sed, la temperatura, etc. Es responsable de la percepción del color y la forma a través de la vista.
El Tattva Apas, que es el elemento agua, aparece en el cuerpo como materia líquida, controlando todos los fluidos y posibilitando el sentido del gusto. Su interés es enorme, pues los fluidos son los captadores de los ritmos cósmicos, que a su vez dirigen todos nuestros biorritmos. Así, en cada célula, la luna regula la imperceptible danza de los ritmos vitales.
El sentido del tacto es la materialización del Tattva Vayu que se relaciona con el aire. Los yoguis saben que el aire capta y transporta energía (prana), que nuestra vitalidad depende de esa energía. El átomo de oxígeno del aire puede estar ionizado, “cargado de energía” y mediante distintas técnicas de yoga aprendemos a controlar el prana y aumentar nuestra vitalidad. Los ambientes cerrados, las oficinas con aire acondicionado y edificios socavan la vitalidad y provocan diversos desórdenes ya que carecen de prana.
Prithvi se relaciona con el elemento tierra. El olor que llega a través de la nariz es su cualidad predominante. En oposición a Vayu, trae estabilidad y permanencia en cada aspecto físico y mental.
En el sonido se plasma el Tattva Akasha. Es el más sutil de los Tattvas; todo lo penetra sin tener movimiento, todo está en total vacío; su vibración no puede ser percibida por los sentidos externos.
Los cinco maestros del universo
El misterio de la creación y el misterio de nuestros cuerpos se puede explicar en términos de los Tattvas.
Existe una historia en los Shastras acerca de la interacción de estos elementos cósmicos. Había un sadhak (practicante espiritual) que aprendía en sus viajes de cada maestro con el que se encontraba. Sus primeros cinco maestros fueron los Tattvas en el universo: Madre Tierra, el viento, el cielo, el mar y las estrellas.
Primero aprendió de Madre Tierra la lección del perdón, puesto que, aún cuando el hombre la llena de contaminación y desperdicios, ella le devuelve alimentos y minerales sin los cuales no podría sobrevivir. Él aprendió que, a pesar de todo abuso, crítica y negatividad recibidos desde el exterior, debía brindar su poder espiritual, su conocimiento y su perdón sincero.
Luego conoció al Viento. Este le enseñó el desapego. Constantemente, el Viento debía estar en movimiento para alcanzar a tantas almas como fuera posible. Además, el Viento es sutil, no es perceptible en sí mismo. El sadhak aprendió que sus maneras deben ser sutiles, para que sean percibidas más sin ser vistas. Él debe ser un místico, que viva en las profundidades del espíritu, no en la superficie de la existencia.
El Cielo, que todo lo abarca, le enseñó a mantenerse puro e inmaculado y le enseñó la sutileza. El éter es el elemento más sutil de los cinco elementos densos. De la misma manera, el Ser también es sutil. Las nubes del cielo únicamente parecen colorearlo, pero el cielo siempre es azul. Al igual que el alma, la suciedad de esta vida no puede mancharla.
El mar le enseñó a progresar continuamente y nunca estacarse. Le enseñó a lavar y purificar a todos aquellos que tocara. Con sus olas y con sus mareas, sadhak aprendió a fluir en cada situación y emoción.
Las estrellas fueron su quinto maestro. Brillan en la oscuridad, como el Fuego. Un sadhak debe quemar las impurezas de las personas que llegan a él con iluminación espiritual. El fuego aleja el frío y proporciona calidez. Así también el sadhak debe alejar el miedo de la gente y el temor de la ignorancia, darles aliento y consuelo espiritual.
Él se convirtió en el más grande de los maestros porque relacionó sus esencias inconscientes, sus cinco elementos, con estos cinco maestros del universo.
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